Cada palabra pronunciada resonaba como un eco doloroso en mi pecho, cada mirada era un cuchillo que desgarraba mi alma. Me encontraba atrapado en un laberinto de desesperacion, sin ninguna salida a la vista. El miedo se habia convertido en mi sombra, una presencia sombria que me acosaba sin cesar, transformando mis noches en una marcha interminable de pesadillas. Deseaba con todo mi ser el fin de mi sufrimiento, pero una voz interior me susurraba con tristeza que merecia cada segundo de este dolor.