
Charlotte no sabía lo que quería hasta que los vio.
La sonrisa de uno, las miradas traviesas de los otros, las palabras con la que hacían que su cuerpo temblara, el éxtasis que ellos provocaban en su ser al tocarla como si fuera una obra de arte y ellos estuvieran deseosos de delinearla.
Ellos eran su droga.
Ella era su princesa.
Ella moriría por ellos y ellos matarían por complacerla.
Un amor incomprendido e inmaduro.